Sergio Zepeda*
Ha pasado más de un año desde que la censura institucional mató a La Catarina y las notas en el periódico no mejoran. La primera plana, por ejemplo, omite señalar que el escrito titulado “Derbez viaja a Washington D.C.” es una entrevista. Más que una entrevista, es un artículo laudatorio, en el que se proclaman a toda voz los maravillosos logros del actual rector. ¿Cómo justificar, si no, lo siguiente?: “Derbez señaló que el uso de estos recursos será para la renovación y modificación de laboratorios académicos, además de algunas obras de mantenimiento todo con el fin de que los estudiantes puedan gozar de nuevos laboratorios que les permitan tener una mejor educación”. Este párrafo nos recuerda el eslogan institucional, como si dijera (inserte jingle y violines aquí) “los nuevos e increíbles laboratorios te permitirán una mejor y maravillosa educación”. El párrafo repite con otras palabras la publicidad casi propagandística de esta administración: Misión Cumplida, Tu Universidad Renovándose, ¿Gobierno de resultados?
A estas alturas y después de un año, los redactores del semanario no le han dicho al actual editor, Angel Tejeda, un importante detalle. Los editoriales no se firman. Estamos ante el supuesto de que ese género periodístico representa la postura del periódico ante cierto suceso controversial. Idealmente, el Consejo Editorial decide el tema y los argumentos generales que llevará el escrito. Si somos realistas, el editorial lo escriben por su cuenta los miembros más experimentados del periódico. No obstante, el editorial no debe convertirse en un escaparate para que el editor exhiba los valores que supuestamente posee: “Luchar, amar, respetar, conocer”. Dejemos ahí las cuestiones formales y pasemos al contenido.
Escribe Tejeda: “A diario se reciben quejas y comentarios por los textos publicados en ‘contra’ del equipo representativo de fútbol americano. Se obtienen insultos y desprecio por parte de los jugadores. Y lo único que podemos decir es que no podemos callar lo que está en boca de la comunidad”. Habría que decirle al editor que sus notas deportivas están plagadas de juicios de valor y que, efectivamente, suelen ser ‘en contra’ de los jugadores. Pero veamos las notas sobre otros deportes, para que conste que los juicios no se limitan al equipo de la ONEFA.
El artículo de opinión firmado por Issuac Michelle Carro Cázares, presentado gráficamente como si fuera una nota, se titula “Fútbol Soccer le abre la puerta a la UMAD”. El titular implica un enorme juicio de valor, pero observemos una frase más clara, porque el editor nos instruye con su habitual perspicacia: “un título no indica la totalidad de un texto”. Hagamos caso a lo que sugiere, oh sabio gurú del periodismo universitario, y leamos la nota antes de hablar. “El relato de los hechos…simplemente denota cómo la soberbia de uno de los equipos de la UDLA fue tan grande, que bastó para dejarlos en la banca de los perdedores”. Ahora resulta que aventajar al rival por dos goles y perder un partido es síntoma de soberbia. ¿Pero quién dice esto? ¿Un aficionado, un jugador, el director técnico? No, lo afirma el articulista, quien se ha erigido en juez supremo del desempeño deportivo. La soberbia no está en boca de la comunidad, está en la mente del redactor.
La nota “Solamente una victoria” de Alejandro Gómez Delgado utiliza la misma retórica. Escribe el reportero: “los errores vinieron de parte de los locales, quienes mostraron excesiva confianza desde el inicio”. El reportero deduce que los errores del equipo de baloncesto se deben a la confianza excesiva. ¿Quién le asegura que no se deben a otro motivo? ¿Acaso el reportero puede leer la mente de los jugadores? Nuevamente, quien califica es el reportero.
En ambos casos el juicio resulta de las opiniones de quien firma la nota. Me parece que los jugadores de futbol americano han leído bien las notas y que sus reclamaciones son justificadas. El editorial del miércoles pasado hace caso omiso de las críticas y de paso insulta a los lectores. Los miembros de equipos representativos de la UDLA, además de protagonistas de una noticia, son lectores del periódico.
No voy más a fondo porque de seguir así terminaría escribiendo un tratado. Calificativos como los que analicé resultan tan frecuentes que ya no sorprenden. Sorprende, en cambio, el tono de indignación del editorial y la incapacidad para reconocer la falta de rigor periodístico semana con semana. Corrijo: sorprende la falta de periodismo por más de un año. Sin embargo, sólo me he detenido en el número que ellos consideran como 243 y que en realidad es el 40. La Catarina actual, por más que se nieguen a decirlo, no tiene nada que ver con el proyecto creado en el año 2000 y destruido en 2007. Y digo esto porque los redactores actuales escriben como si La Catarina de hoy fuera la misma que aparecía cada miércoles mientras Pedro Ángel Palou y su administración se entretenían con salvajadas dictatoriales. Escriben como si hubieran investigado la historia de quienes fueron videograbados sistemáticamente por una administración represiva. Como si esta Catarina fuera la misma que publicó una crónica sobre los productores de nopal de Tlaxcalancingo, un reportaje sobre estudiantes que no estudian, una entrevista con la entonces rectora Nora Lustig y la visita de Hugo Sánchez a la UDLA.
Hay que decirlo: los actuales redactores del periódico deben reconocer que su semanario nada tiene que ver con el proyecto La Catarina. De lo contrario, no son más que oportunistas que se sirven de un medio impreso para expresar sus caprichos. Nada más, quizás mucho menos.
* Estudiante de Literatura y ex-editor de La Catarina